Vitivinicultura: productores y bodegas aseguran que trabajan a pérdida
Con precios en góndola que no alcanzan a cubrir los costos de producción, la industria vitivinícola atraviesa una crisis que compromete su sustentabilidad. Productores y bodegas advierten que están operando al límite.
El sector vitivinícola atraviesa una situación crítica por la combinación de precios pisados, costos en aumento y consumo retraído. Referentes del sector alertan que tanto bodegas como productores están operando en muchos casos por debajo de sus costos, lo que vuelve insostenible el negocio en el mediano plazo.
Más del 90% de los vinos se venden por debajo de los $6.000, y cualquier intento de subir precios implica una fuerte caída en las ventas. Esta presión lleva a muchas bodegas a sacrificar rentabilidad para mantener presencia en el mercado. A la vez, el productor primario es el más afectado, ya que recibe precios muy bajos por su uva o vino a granel, e incluso en algunos casos aún no ha cobrado por la última cosecha.
La competencia entre segmentos se intensificó, las diferencias de precios entre envases y calidades se redujeron, y el consumidor prioriza el precio por sobre la calidad. Todo esto se ve agravado por problemas estructurales, como los altos costos energéticos en Mendoza y la falta de competitividad para exportar.
Además, la superficie cultivada cayó a menos de 200.000 hectáreas, y los referentes temen una mayor retracción si no hay medidas urgentes. Por eso, reclaman una intervención estatal, como financiamiento con inmovilización de vino, para evitar ventas a pérdida y ofrecer previsibilidad a los productores.
La crisis es resultado de factores internos —como la estructura de costos y la caída del consumo interno— y externos —como la baja del consumo global de vino—, y pone en riesgo la sostenibilidad de toda la cadena vitivinícola argentina.
En un escenario de precios pisados, costos en aumento y consumo retraído, referentes del sector vitivinícola coinciden en que tanto productores como bodegas están operando en muchos casos por debajo de sus costos. La necesidad de mantener el volumen de ventas, la presión competitiva y un consumidor que prioriza el precio por sobre la calidad son algunas de las razones que empujan a la actividad a una situación que varios describen como "insostenible en el tiempo".
"Hoy más del 90% de los vinos están por debajo de los 6.000 pesos en la góndola. Eso puede tener efectos positivos en el consumo, pero hay que ver si es sostenible, porque implica un precio de vino y, por lo tanto, de la producción, por debajo de los costos", señaló Sergio Villanueva, presidente de la Unión Vitivinícola Argentina. Y agregó: "El que te está vendiendo por debajo del costo está transfiriéndote su capital".
Según datos relevados por el sector, los precios del vino han subido en el último año muy por debajo de la inflación. Las bodegas se ven obligadas a mantener precios bajos para evitar la caída de ventas, en un contexto en el que el consumidor ajusta sus hábitos de consumo con mayor precisión. "Con muchas bodegas de los segmentos medios y básicos se repite la misma frase: tocás el precio y se te caen las ventas. Cualquier modificación, por más pequeña que sea, tiene un efecto superlativo en la caída de ventas", afirmó Carlos Fiochetta, gerente de la Corporación Vitivinícola Argentina (Coviar).
La competencia entre segmentos se intensifica y achica los márgenes del negocio.
La presión para no perder volumen lleva a situaciones críticas. "Hoy ves vino en tetra a 2.000 pesos, pero también botellas de marcas conocidas a 2.500, 3.000, 4.000 y hasta 5.000 pesos. Se han acortado las brechas entre segmentos. El consumidor puede cambiar de nivel de vino por muy poca plata, y eso genera una competencia muy dura", explicó Villanueva.
Ese "techo que impone el bolsillo" no solo impide trasladar subas, sino que también obliga a muchos actores a resignar rentabilidad para sostener su presencia en el mercado. "Hay una presión que se llama push, que es cuando las bodegas empujan mercadería para cumplir objetivos. Te dicen 'te dejo tantos vinos, no importa si me los podés pagar ahora', con tal de no perder presencia. Eso significa que el vino está por debajo de la cuenta", remarcó Villanueva.
Mauro Sosa, gerente del Centro de Viñateros y Bodegueros del Este, puso el foco en otro aspecto: el precio del vino de traslado, que es el que cobra el productor por su uva o su vino a granel. "Estamos muy preocupados porque ese es el mercado que moviliza a la producción. Si el consumidor ve precios bajos en la góndola, el que termina pagando eso no es el consumidor, sino el productor, que termina subsidiando al mercado para poder mantenerlo", advirtió.
Las bodegas enfrentan altos costos y precios pisados que comprometen la rentabilidad del sector.
En algunas zonas, según relató, la uva de la última cosecha aún no se ha terminado de pagar, o ni siquiera se ha empezado a abonar. "Sí, efectivamente, en algunos casos están trabajando al límite o por debajo del costo, para tratar de promediar en algunos momentos del año donde se mueve más vino. Pero todo orbita alrededor del poder adquisitivo del consumidor", sostuvo Sosa.
Problemas estructurales
La estructura de costos de la actividad, particularmente en Mendoza, tiene también componentes que la encarecen de manera particular. "Tenemos una de las tarifas eléctricas más caras del país. Y además se contrata por potencia y por períodos, lo que encarece aún más. Los costos siempre van en aumento, aunque el índice esté por debajo de otros años", aseguró.
Desde Coviar, Fiochetta coincide en que la competencia entre productos se ha vuelto más agresiva. "El consumidor, en un escenario de menor inflación, tiene la capacidad de elegir y observar con más detenimiento los precios. Y eso lleva a que el vino ajuste por debajo de la inflación, tanto en los segmentos básicos como intermedios. No hay espacio para subas porque el consumidor no lo convalida", explicó.
Los referentes también advierten que el escenario actual podría generar consecuencias estructurales en el mediano plazo. "Argentina ya bajó del límite de las 200.000 hectáreas de viñedo. Tiene 199.000, cuando antes tenía 220.000. La situación podría llevar a que muchos productores se retiren del mercado", dijo Villanueva.
¿Se necesita intervención estatal?
Sosa, por su parte, insistió en la necesidad de una intervención estatal que permita "tonificar" el precio del vino de traslado. "Le hemos pedido al gobierno provincial que ofrezca financiamiento a cambio de la inmovilización del vino por un periodo determinado. Eso podría evitar que los productores salgan a vender a cualquier precio para cubrir costos. Si no tenés financiamiento, vendés al precio que encuentres", explicó.
La falta de rentabilidad amenaza la continuidad de los viñedos: el país ya cayó por debajo de las 200.000 hectáreas cultivadas
"Nuestra propuesta es una intervención directa, con capital de trabajo, que podría implementarse a través del Banco de Vinos. Necesitamos una política pública que permita ordenar el mercado y dar previsibilidad a los productores", agregó.
La falta de competitividad para acceder a mercados alternativos y la caída del consumo global de vino también afectan la ecuación. "Adolecemos de competitividad para diversificar más los mercados. Y en el mundo también hay una caída del consumo de vino. Es un entramado de factores internos y externos que explican estos comportamientos", remató Sosa.