Alfredo Silva
El humorista que llegó a la exitosa serie Menem
El humorista participó del primer capítulo de la taquillera serie biográfica, homónima, sobre la vida del ex presidente, Carlos Saúl Menem.El humorista Alfredo Silva, quien ya lleva más de 15 años de carrera desde que arrancó en el programa de Anabela Ascar, por Crónica TV, pasó de contar chistes para enfermos de Covid-19 a participar en la serie Menem y reveló que, cuando lo llamaron para actuar en la tira, pensó que “era una cargada”.
En diálogo con la Agencia Noticias Argentinas, Silva puso sobre la mesa anécdotas de su carrera como humorista, tales como una experiencia en donde fue rodeado por la Policía colombiana o bien se cruzó con un puma en medio de un show, hasta la creación de su personaje en diferentes contextos.
El humorista participó del primer capítulo de la taquillera serie biográfica, homónima, sobre la vida del ex presidente, Carlos Saúl Menem.
La escena corresponde a un momento en donde el entonces gobernador de La Rioja asiste a un teatro y la protagonista de la obra para adultos, se sienta en sus piernas, mientras el presentador cuenta chistes.
Por lo menos, hasta ese punto se atrevió la trama que luego tuvo repercusiones por quiénes serían los personajes en la vida real y las posibles interpretaciones por el uso de la imagen.
-¿Quién considerás que es Sandra, el personaje que está con vos en el teatro?
-Hablo sinceramente sin guardar nada. Me llamaron para un casting y dijeron “¿Querés venir a hacer una serie de Menem? Va a estar Leo Sbaraglia y Griselda Siciliani”. Por supuesto que sí. Tenía que mandar un par de videos, todos por teléfono. Me pareció en su momento una cargada, me pregunté si era verdad. Esto fue hace como 4 años atrás. Llegué, me encontré con Virginia Gallardo y filmamos esa secuencia. Nadie me dijo, “Tenés que imitar a tal persona”.
-Tristán?
-Sí, es lo que todos dicen o a Jorge Corona.
-Es que la fotografía real de 1987 mostró a Amalia “Yuyito” González en las piernas del riojano, en medio de un espectáculo conducido por los humoristas mencionados. Imagen que tomó trascendencia en ese momento y casi 40 años después.
-Nadie me dijo, “Vas a imitar a Tristán” Y tampoco a Virginia le dijeron que tenía que imitar a Yuyito porque, de hecho, nos hubiésemos lookeado de otra manera. Virginia se hubiese puesto una peluca y yo lookearme para parecerme a Tristán que tiene el mismo problema de vista que yo.
-¿Y cómo fue verlo a Leo Sbaraglia o a Menem?
-La escena no salía porque no podía llorar. Leo apenas me veía se tentaba de reír y no había forma, entonces no me miraba, sino que lo hacía para abajo. En el momento del abrazo él me abraza, se apoya en mi hombro y se sentía que se reía con todo.
Entre los obstáculos recientes en el panorama artístico se presentó la pandemia de coronavirus, cada intérprete se ingenió para atravesarla de la mejor manera posible, llevar un deje de alegría a su público o una pincelada de color en un panorama hostil.
“No es que uno se quiera hacer el héroe. Conté chistes para enfermos de Covid-19 cuando todavía no existía la vacuna”, explicó Silva sobre su participación en un Centro de Atención Primaria de la Municipalidad de Tigre, en la localidad de Rincón de Milberg.
“Salían de terapia intensiva y cuando no estaba la vacuna podían estar 15 días internados si no se morían. Quienes se recuperaban, pasaban a un cuarto intermedio. A esa gente, solidariamente les conté chistes a solo 15 metros de distancia, sin barbijos porque el tema es gesticular”, explicó.
– ¿Te acordás de alguna anécdota que te haya marcado o sorprendido?
–Fui a contar chistes en el norte de Santa Fe, en el medio del campo y se me cruzó un puma salvaje en el medio del show. Estaba en el límite con Chaco y Santiago del Estero, llegué en micro y, en medio del relato, pasó un puma salvaje. Revoleé el micrófono y se rieron porque no me hizo absolutamente nada. No estoy acostumbrado a que un puma pase por el lado mío con la boca abierta, unos colmillos grandotes y patas anchas.
-Pasaste del humor a la exaltación. ¿Y alguna vez pasaste del bajón al humor?
-En un evento, bajo la lluvia, donde esperaban un grupo musical que faltó a la cita porque no quisieron actuar por miedo a que se mojen los equipos. Había más de cinco mil personas, salí y el locutor, de muy mala manera, dio la noticia. ‘Quedó Alfredo Silva’, dijo y salí igual. Para levantar el ánimo, me saqué la remera y se la tiré al público. Después fui aplaudido, le levanté el ánimo a un montón de personas y no se fue nadie
-¿Te encontrás con esa popularidad de frente?
-La gente me para por la calle y me pide chistes cuando voy a una estación de servicio, paso por un peaje lo que sea. Estuve en Colombia en representación de la Argentina, llegué a Bogotá, bajé del avión y la policía colombiana me rodeó como si fuera un detenido para que cuente chistes.
-¿Y qué hiciste?
-Levanté las manos, como buen latino. Después hice chistes rodeado de policías de Colombia que se mataban de risa. Ahí te das cuenta lo que es el cariño de la gente, o que se bajen de un auto y digo “Este me va a probar” y era para sacar la foto. Lo digo con humildad, es increíble cómo impacta en la gente.
-¿Cómo vinculás el humor con tu historia de vida?
-De chico sufrí mucho la discriminación y el bullying por el aspecto físico mío. Tengo una mala formación en el ojo izquierdo y muchas veces reboté en un boliche, no me dejaron entrar o bien, hay gente que piensa que a uno le falta un patito. Me sirve mucho porque yo me río de mí mismo todo el tiempo.
-¿Qué queda de vos y en qué momento le ponés un límite al personaje? ¿Cómo es esa división?
-No me saco nunca el personaje de encima. En reuniones con colegas me han dicho, “Basta, Silva, para. Ya terminó”.
-¿En qué te modificó lo políticamente correcto a la hora de actuar?
-Hay que tener en cuenta las diferencias entre el humor convencional y el humor negro. El límite está en que la gente se puede ofender. Lógicamente el que es muy susceptible te va a criticar en todo. Por ejemplo, con chistes sobre gallegos, te dicen “¿Qué tienes con la gente de Galicia?”. Con chistes de borrachos, no, “yo soy miembro de alcohólicos anónimos”. Te queda más chiquito el tema.