El yacimiento de Lajia, en China, apodado con razón la “Pompeya de Oriente”, sigue revelando fascinantes detalles de una civilización milenaria sepultada por una catástrofe natural. Sin embargo, ningún descubrimiento ha conmovido tanto a la comunidad arqueológica y al público como el de los esqueletos abrazados, una escena que encapsula la tragedia y el afecto en un instante congelado hace miles de años.
Este sitio, ubicado en la provincia de Qinghai, fue arrasado por una devastadora inundación hace aproximadamente 4.000 años, presumiblemente un desborde masivo del río Amarillo. Las cenizas volcánicas y el lodo conservaron extraordinariamente las estructuras y los restos humanos, ofreciendo una instantánea vívida de la vida en la Edad del Bronce en esa región. Entre los múltiples hallazgos, sobresalen dos esqueletos abrazados, encontrados en lo que parece ser una última y desesperada muestra de protección mutua.
La pareja, un adulto y un niño, yacía en una posición que sugiere un abrazo final mientras la inundación los sorprendía. Este emotivo descubrimiento no solo proporciona valiosos datos sobre las causas y el impacto de la catástrofe que asoló Lajia, sino que también ofrece una rara y conmovedora ventana a las relaciones humanas en la antigüedad. Es un testimonio mudo de la lucha por la supervivencia y, a la vez, de la fortaleza de los lazos afectivos frente a la inminencia del desastre.
Para los arqueólogos, estos esqueletos abrazados son una pieza clave en el rompecabezas de la historia de Lajia. Permiten estudiar no solo las prácticas de vida y los patrones de asentamiento de aquella civilización, sino también las circunstancias exactas de su desaparición. El sitio de Lajia y, en particular, este conmovedor hallazgo, continúan fascinando, recordándonos la fragilidad de la existencia humana y la perdurabilidad del vínculo emocional a través del tiempo.