Desde hace un par de años se puso de moda, sobre todo entre deportistas, la crioterapia. Esta práctica consiste en sumergirse en agua helada o en bañeras llenas de hielo.
Quienes realizan crioterapia afirman que ayuda a reducir el dolor muscular y acelerar la recuperación. Vale destacar que para que tenga un real efecto, quienes lo practican, afirman que la persona debe pasar al menos 10 minutos en agua que esté entre los 10 y 15 grados centígrados.
Si bien, existen varios estudios donde hablan sobre los beneficios relacionados con los baños de hielo y la recuperación tras el ejercicio, un estudio de 2014 descubrió que podría tratarse de un efecto placebo.
Sin embargo, para cualquier actividad que pretenda tener un efecto terapéutico, el requisito mínimo es que “no haga daño” y, sumergirse en agua fría, también tiene sus riesgos.
Advierten sobre los riesgos de sumergirse en hielo
Además de la hipotermia, existen dos problemas agudos y poco conocidos que merecen atención: la respuesta al choque frío (cold shock response) y la lesión por frío no congelante.
La respuesta al choque frío es una reacción fisiológica inmediata y muy peligrosa que ocurre en los primeros minutos de la inmersión repentina. Provoca una respiración incontrolable (jadeo), un aumento drástico de la frecuencia cardíaca y la presión arterial, y una constricción de los vasos sanguíneos.
Por otro lado, la lesión por frío no congelante es una condición menos inmediata pero con consecuencias a largo plazo. Aunque es normal sentir las manos y los pies muy fríos o entumecidos, con hormigueo o dolor al recalentarse tras la exposición al frío, para la mayoría estos síntomas son transitorios.
En personas con lesión por frío no congelante, este dolor, la alteración de la sensibilidad y la hipersensibilidad al frío pueden persistir en las zonas afectadas durante muchos años, debido a un daño permanente en los nervios y los vasos sanguíneos.