Con una población de más de 1.300 millones de habitantes, China alberga una de las anomalías urbanísticas más extrañas del mundo: Ordos Kangbashi, una ciudad construida para un millón de personas que permanece prácticamente vacía, ganándose el apodo de "la ciudad fantasma más grande del mundo".
Ubicada en el noroeste de Mongolia Interior, Ordos Kangbashi fue concebida a principios de los 2000 tras el descubrimiento de vastos yacimientos de carbón en la región. El gobierno chino, con una visión optimista de crecimiento impulsado por la minería, invirtió masivamente en esta urbe futurista, que fue inaugurada con gran pompa en 2003. La ciudad fue dotada de todas las infraestructuras de una metrópolis moderna: amplias avenidas, parques, zonas de recreación, y miles de edificios residenciales, comerciales y de oficinas. Además de la minería, se buscaba fomentar un sector de servicios robusto, ofreciendo alquileres reducidos para atraer empresas y convertirla en un centro económico regional.

Sin embargo, los ambiciosos planes se toparon con la realidad. La burbuja inmobiliaria en China, las políticas orientadas a inflar artificialmente el PIB y, crucialmente, una caída significativa en el precio del carbón, desbarataron las expectativas. La prensa internacional no tardó en etiquetarla como "la ciudad que nació muerta", un reflejo de su condición de utopía fallida.
El gobierno esperaba alcanzar un millón de habitantes para 2023, una cifra que pronto se redujo a 300.000. Se asumió erróneamente que las familias mineras de Dongsheng, una ciudad cercana, se mudarían a Kangbashi, incentivadas por el traslado de instituciones, colegios y oficinas municipales. No obstante, la gente optó por la practicidad: vivir en Dongsheng, donde el costo de vida era considerablemente menor, y simplemente desplazarse a Kangbashi para trabajar.

Hoy en día, Ordos Kangbashi tiene una población diurna de aproximadamente 100.000 personas, de las cuales el 70% reside a tiempo completo y el 30% restante viaja diariamente. A pesar de esta cifra, la inmensidad de la ciudad y la dispersión de sus edificios administrativos hacen que Ordos Kangbashi siga pareciendo deshabitada, una muestra palpable de los desafíos que enfrentan los proyectos urbanísticos a gran escala sin una demanda real que los respalde.