Esta semana el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) confirmó que a partir de enero de 2026 comenzará a difundir un nuevo Índice de Precios al Consumidor (IPC), basado en la Encuesta de Ingresos y Gastos de los Hogares 2017-2018. La medida, en línea con las recomendaciones de las buenas prácticas estadísticas internacionales, busca modernizar la medición de la inflación y garantizar mayor coherencia en las comparaciones a lo largo del tiempo.
Según explicó el organismo, el cambio permitirá mejorar la interpretación y el análisis de la variación de precios, empalmar las nuevas series con el IPC vigente y ofrecer una lectura más clara de la evolución inflacionaria durante el año. Además, se adaptará a la clasificación Coicop 2018, que amplía las divisiones de la canasta a 13 rubros y optimiza su estructura interna.
El organismo destacó que esta actualización favorecerá la consistencia de los precios medios utilizados en las operaciones estadísticas, fortalecerá las cuentas nacionales y evitará ajustes posteriores del índice cuando se lo emplee como deflactor anual. En síntesis, se trata de la opción “más robusta en términos de comparabilidad, claridad interpretativa y comunicacional” durante su primer año de aplicación.
Cómo será la nueva medición
Como informó el Indec, el nuevo IPC estará basado en la Encuesta de Ingresos y Gastos de los Hogares, por lo que un análisis de los resultados de dicha encuesta permite tener una idea cercana de cómo se hará el cálculo y qué parámetros se tendrán en cuenta. La información obtenida redefine las ponderaciones de cada rubro en la canasta de consumo, es decir, cuánto pesa cada grupo de bienes y servicios en el cálculo de la inflación.
Según la ENGHo, el gasto en alimentos y bebidas no alcohólicas representa el 22,6% del total del consumo de los hogares a nivel nacional, y sigue siendo el rubro de mayor incidencia en la canasta. Le siguen vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles (14,5%) y transporte (14,3%), que reflejan el peso de los servicios básicos y la movilidad en el presupuesto familiar. Más atrás aparecen recreación y cultura (8,6%), restaurantes y hoteles (6,6%), salud (6,4%), prendas de vestir y calzado (6,8%) y comunicaciones (5,2%), entre otros rubros menores.

El estudio muestra cómo evolucionaron los hábitos de consumo en las últimas dos décadas. En 1996-1997 los alimentos concentraban el 28,8% del gasto total, mientras que en la última encuesta bajaron al 22,7%. En el mismo período, transporte pasó del 11,2% al 14,2%, y comunicaciones del 2,6% al 5,2%, reflejando el peso creciente de la tecnología y la conectividad en la vida cotidiana.
También se observan marcadas diferencias regionales. Las familias del Noroeste y del Noreste destinan cerca del 30% de su presupuesto a alimentos, mientras que en el Gran Buenos Aires ese rubro apenas representa el 21%. En cambio, en las regiones de mayores ingresos, como la Patagonia y el GBA, crecen los gastos en salud, educación, esparcimiento y restaurantes.
Un reflejo del nivel socioeconómico
El nivel educativo y los ingresos del hogar inciden directamente en la composición del gasto. En los hogares con clima educativo muy bajo, los alimentos absorben hasta el 36% del presupuesto, mientras que en los de nivel muy alto ese porcentaje cae al 14,8%. A la inversa, en los hogares de mayores ingresos crece la participación del gasto en educación, recreación y cultura, así como en seguros médicos y servicios prepagos.
El informe también muestra diferencias por tipo de vivienda: los hogares inquilinos destinan un 28,2% de su gasto total a vivienda, agua, electricidad y gas, frente al 10,5% de los propietarios. Y en salud, el gasto promedio alcanza el 11,4% entre quienes tienen prepaga, mientras que se reduce al 3,5% entre los hogares con atención pública.
Todos estos porcentajes son importantes para la medición, porque determinan el nivel de participación que tiene cada rubro en la composición del IPC. Además, la actualización permitirá captar con más precisión diferencias en los modos de compra. En la ENGHo 2017-2018, casi el 70% del gasto total se realizó en efectivo, pero la proporción de pagos con tarjeta de crédito o débito fue muy superior en regiones como la Patagonia y el Gran Buenos Aires, donde las operaciones digitales se expanden con mayor rapidez. Este dato será clave para seguir la evolución de los precios en un contexto de creciente bancarización y uso de billeteras electrónicas.
Un IPC con mayor representatividad
La actualización de la canasta, basada en esta encuesta, permitirá que el IPC refleje de forma más precisa los patrones actuales de consumo. Productos y servicios que ganaron peso en los últimos años —como la telefonía móvil, el streaming o el transporte por aplicación— tendrán mayor relevancia en la medición oficial, mientras que otros, como los alimentos básicos, reducirán levemente su incidencia proporcional.
En síntesis, el nuevo IPC no solo cambiará la forma de medir la inflación: también ofrecerá una radiografía más ajustada de cómo viven y consumen los hogares argentinos, con un enfoque más representativo y adaptado a las transformaciones económicas y sociales del país.