En la actualidad, el azúcar se ha infiltrado de manera alarmante en la cadena alimentaria, constituyendo más del 60% de los productos en supermercados, incluso en aquellos percibidos como saludables. Esta ubicuidad ha transformado radicalmente los patrones dietéticos globales, llevando a un consumo promedio excesivo que los expertos vinculan directamente con una diversidad de enfermedades crónicas.
Neurocientíficos han documentado cómo el consumo elevado y prolongado de azúcar puede reconfigurar las vías neuronales del cerebro. Estos cambios, que guardan similitudes con los observados en trastornos por consumo de sustancias, pueden perpetuar un ciclo de ansiedad y sobreingesta. Aunque el azúcar no interactúa directamente con los centros de recompensa dopaminérgicos como lo hacen drogas adictivas, algunos investigadores postulan que su consumo excesivo puede "secuestrar" este sistema, haciendo que la sensación de gratificación al ingerirlo sea lo verdaderamente compulsivo. Por ello, el sobreconsumo de azúcar se cataloga a menudo como una adicción conductual, más que una dependencia a una sustancia química.
Combatir esta problemática requiere un enfoque multifacético. Foto: freepik
Independientemente de su clasificación adictiva, los efectos del azúcar en la salud son innegables y perjudiciales. Expertos subrayan que este edulcorante influye en el cerebro de maneras que pueden propiciar hábitos alimenticios desfavorables, especialmente en individuos bajo estrés emocional. La evidencia científica es contundente: un consumo de azúcar que excede las recomendaciones diarias (seis cucharaditas para mujeres, nueve para hombres) está directamente relacionado con caries, fatiga crónica, diabetes, obesidad, enfermedades cardiovasculares, y se ha vinculado con ciertos tipos de cáncer, trastornos neurológicos y demencia.
Combatir esta problemática requiere un enfoque multifacético. Estrategias basadas en la evidencia incluyen terapias conductuales, como la cognitivo-conductual, y ajustes nutricionales, como la reducción gradual de azúcares añadidos y el incremento de proteínas y fibra para estabilizar los niveles de glucosa.
Sin embargo, la magnitud del desafío exige la intervención de políticas públicas. Expertos sugieren que los gobiernos deben aumentar la disponibilidad de alimentos nutritivos y regular la publicidad de productos ultraprocesados. Impuestos más elevados y de alcance más amplio sobre todos los productos con alto contenido de azúcar podrían ser una herramienta eficaz para fomentar un bienestar colectivo y una alimentación más consciente.