La intrincada danza entre plantas e insectos siempre se ha comprendido a través de señales visuales, químicas y táctiles. Sin embargo, una investigación pionera ha desvelado una dimensión completamente nueva: las plantas emiten sonidos ultrasónicos, y ciertos insectos, como las polillas, son capaces de percibirlos y utilizarlos para su supervivencia.
Este hallazgo, que redefine la comunicación en la naturaleza, abre un fascinante capítulo en la ecología y la biología sensorial.
El estudio confirma que las plantas, especialmente cuando sufren estrés por deshidratación o son cortadas, producen "clics" ultrasónicos que viajan por el aire. Lo sorprendente es que estos sonidos son lo suficientemente potentes como para ser detectados por polillas con capacidad auditiva ultrasónica a varios metros de distancia. La pregunta clave que se planteó fue: ¿utilizan los insectos estas señales acústicas para tomar decisiones?

La respuesta es afirmativa y reveladora. En experimentos sin plantas reales, las polillas hembra mostraron una clara preferencia por poner sus huevos cerca de las señales acústicas que simulaban plantas deshidratadas. Este comportamiento inicial, aunque contraintuitivo, sugiere que el sonido podría actuar como un indicio de la presencia de una planta. Sin embargo, el escenario cambió drásticamente cuando se introdujeron plantas reales en la arena: las polillas invirtieron su preferencia, eligiendo las plantas silenciosas (sanas) para la oviposición, lo cual es coherente con su instinto de buscar ambientes óptimos para sus crías.
La investigación no solo demostró que las polillas basan su elección en la audición (al ensordecerlas, la preferencia desapareció), sino que también confirmó la especificidad de la respuesta. Los sonidos de cortejo de las polillas macho, con un espectro similar, no influyeron en la decisión de las hembras, lo que indica que las polillas pueden distinguir entre diferentes tipos de emisiones sonoras. Este es el primer indicio de una interacción acústica directa entre plantas e insectos, un campo hasta ahora inexplorado.
Este descubrimiento no solo nos invita a reconsiderar cómo interactúan las especies en sus ecosistemas, sino que también abre un vasto campo para futuras investigaciones. Podríamos estar al borde de desvelar un complejo lenguaje oculto en la naturaleza, donde las plantas "hablan" y los insectos "escuchan", influyendo en decisiones cruciales para la vida.