Escondido entre vastas plantaciones de bananas en el departamento de Magdalena, al norte de Colombia, un pequeño cartel proclama: "Bienvenidos al verdadero Macondo. Tierra de inspiración que dio origen al mágico mundo macondiano." Este caserío, fundado en 1820, celebra 200 años en el anonimato, lejos del brillo literario que le dio fama mundial. A 40 kilómetros de Aracataca, la ciudad natal de Gabriel García Márquez, la existencia de este Macondo real es un secreto incluso para muchos amantes de su obra.
Nadie sabe con certeza si García Márquez llegó a conocer esta aldea. Se dice que el escritor descubrió el nombre desde un tren y lo eligió por su "resonancia poética" para crear su universo literario. Hoy, acceder a este "Macondo" es una odisea. No hay trenes de pasajeros, barcos, autobuses, autopistas ni aeropuertos que conecten con él. El acceso es a pie, cruzando las aguas del río Sevilla, o por un deteriorado camino de asfalto que atraviesa una vía férrea, ahora utilizada solo para el transporte de carbón, sin un puente que facilite el paso.
El pueblo, al borde del abandono.
Fuente: La Nación
El gobierno colombiano tiene la aspiración de reactivar el tren de pasajeros, un símbolo del regreso del escritor a Aracataca, que pasaría por la cercana estación Sevilla. Sin embargo, este proyecto aún tardará años en materializarse. En la época de García Márquez, el tren sí paraba en Macondo a las 11 de la mañana, y diez minutos después llegaba a Aracataca. Hoy, solo el tren carbonero pasa de largo. A pocos kilómetros de la "Estación de tren Macondo" en Aracataca, que ahora no recibe pasajeros, el caserío real es un punto minúsculo en la geografía.
Con una población de apenas 250 personas, Macondo no figura en los mapas turísticos o culturales de la zona, una situación que la secretaria de Cultura de Magdalena, Diana Viveros, lamenta y espera cambiar. Aunque los escenarios que inspiraron al escritor se conservan principalmente en Aracataca —donde están el Museo y la Casa de Remedios la Bella—, Luis Gruber, secretario de Educación del departamento, reconoce la existencia de esta aldea real, aunque la conexión de García Márquez con ella sea incierta.
La aldea es tan pequeña que los lugareños la llaman "vereda". Sus casas son bajas, de colores vivos con puertas y ventanas blancas, y sus calles de tierra están llenas de motos y bicicletas. Niños cruzan a pie un río para ir a la escuela en la cercana Sevilla, llevando sus útiles en alto para no mojarlos. Incluso hay árboles que llevan el nombre de Macondo.
Jaime Abello Banfi, director de la Fundación Gabo y amigo del Premio Nobel, confiesa su sorpresa al descubrir la existencia de este caserío. La vereda Macondo, con unas 60 casas rectangulares de los años 50 y pequeñas galerías frontales diseñadas para proteger del sol y la lluvia, representa una vida de no ficción que permanece oculta para la mayoría.