La relación entre Estados Unidos y Venezuela ingresó en una fase de máxima tensión, marcada por las recientes y reiteradas declaraciones del presidente estadounidense Donald Trump sobre la inminencia de operativos “en tierra” dirigidos, supuestamente, a combatir el narcotráfico en Venezuela.
Trump anunció que, tras haber logrado reducir significativamente el tráfico de drogas por vía marítima, su administración está lista para avanzar hacia operaciones terrestres directas.
Aunque el objetivo declarado es atacar a “gente horrible” vinculada al narcotráfico, y no necesariamente una invasión militar a gran escala, la mención de incursiones en Venezuelay la advertencia de que cualquier país que trafique drogas a Estados Unidos “podría ser atacado” encendieron todas las alarmas en Caracas.
Putin y Maduro.
“Ahora estamos empezando por tierra, lo cual es mucho más fácil. Eso va a comenzar a suceder”, aseguró Trump.
El republicano sostuvo que la campaña naval salvó unas 25.000 vidas estadounidenses gracias a la reducción de la entrada de estupefacientes por mar.
Sin embargo, admitió que el impacto de las operaciones navales está alcanzando un límite y que el flujo de drogas tiende a diversificarse y a buscar nuevas rutas, especialmente terrestres.
“Ahora comenzaremos por tierra y por tierra es mucho más fácil”, indicó en referencia al cambio operacional de la ofensiva militar.
Y adelantó, no obstante, que “no son solo ataques terrestres en Venezuela. Son ataques terrestres contra personas horribles que traen drogas y matan a nuestra gente”.
Nicolás Maduro reaccionó a las “crecientes amenazas” de Estados Unidos con un llamado a la “serenidad absoluta” y a la defensa de la soberanía nacional.
El despliegue de ejercicios militares venezolanos y la disposición a defender el territorio son una muestra de que Caracas se prepara para cualquier eventualidad, aunque Maduro mantuvo comunicaciones con aliados como Vladímir Putin, su par ruso, para reafirmar el carácter estratégico de sus relaciones en este contexto de crisis.
Este escalamiento se enmarca en una crisis bilateral que se agudizó en 2025 con un despliegue de las fuerzas armadas estadounidenses cerca de las costas venezolanas, incluyendo ataques a lanchas ocupadas por presuntos narcotraficantes.