En las ferias del libro, donde la atención suele centrarse en las novedades y las ventas, el club de lectura emerge como un espacio vital que transforma la experiencia. Lejos de ser un simple accesorio, se convierte en un refugio para los lectores, un lugar de encuentro donde pueden debatir, discrepar y compartir. Este ambiente democrático y plural fomenta la creación de una comunidad, permitiendo que la lectura, un acto a menudo íntimo, se convierta en una actividad colectiva. El club no solo enriquece la comprensión de los textos, sino que también sirve como una puerta de entrada amigable para quienes desean iniciar o retomar el hábito de leer.
En un mundo saturado de distracciones digitales, el club de lectura es un remanso que invita a la pausa y a la conexión humana. Al centrar la atención en la escucha y el diálogo, eleva la palabra a una herramienta de construcción comunitaria. El artículo sugiere que el verdadero éxito de una feria no debe medirse solo por la cantidad de libros vendidos, sino por el impacto que genera en los lectores. Al darles un lugar protagónico, la feria deja de ser una simple vitrina comercial para convertirse en una experiencia viva y transformadora, demostrando que leer juntos fortalece a la comunidad.
En medio de la efervescencia cultural que caracteriza a cualquier Feria del Libro, entre la curiosidad por los últimos gritos editoriales, en el serpenteo de pasillos repletos de títulos, hay un espacio necesario que -lejos de los artificios del marketing- reencuentra al público con su placer genuino: el club de lectura.
Contar con un club de lectura activo en ese ámbito, es darle cobijo a los lectores que desean encontrarse con sus pares para intercambiar opiniones, compartir puntos de vista, dialogar, discrepar y decir presente en un espacio plural de participación democrática.
La periodista cultural Silvia Lauriente.
No se trata de un accesorio snob en la programación de la feria, de una actividad de relleno, ni de un rincón destinado a un grupo de bibliófilos de conversaciones encriptadas. El club de lectura es generador de una comunidad de lectores que practica el hábito o intenta recuperarlo. También funciona como una puerta de entrada amable que se abre para quienes, tal vez, no saben por dónde empezar a leer.
Es un grupo movilizado por la inquietud que le producen las letras, lo que dicen y lo que callan. Un grupo deseoso de conocer cómo pensó determinado autor tal o cual libro y poder ampliar el horizonte a partir de otras obras.
En ese contexto surge el reconocimiento mutuo entre personas diversas unidas por un texto. Se validan nuevas interpretaciones, se producen conexiones emocionales y se arriba a una comprensión polifónica.
En nuestra provincia existen por lo menos cinco clubes que funcionan con muy distintas modalidades. Todos mantienen la horizontalidad en la comunicación con sus participantes. Los hay silenciosos propiciando como en una biblioteca una cápsula de concentración; otros tientan con un menú conceptualmente vinculado en el libro a debatir, otros son casi un café literario. La posibilidad de contactar con sus coordinadores a través de una mesa de debate es una actividad de ida y vuelta más que interesante.
Pensando que se trata de una feria provincial, los clubes pueden ser atractivos difusores de la Literatura mendocina promocionando a los escritores a quienes esté dedicada la edición que se extenderá entre el 25 de septiembre y el 5 de octubre en el Espacio Cultural Julio Le Parc.
En una feria donde miles de libros compiten por acaparar la atención del lector, el club es un remanso para habitar el espacio literario con los demás. Respirar el mismo aire. Hacer una pausa, un paréntesis en un mundo saturado de distracciones digitales y de consumo fragmentado de contenido. El club de lectura ofrece la oportunidad de humana de la escucha y la expresión.
Si cuando se apaguen las luces y vuelva el remanente a sus cajas, cuando llegue la hora de hacer los balances, en lugar de medir el éxito de la feria solo por la cantidad de ejemplares vendidos, del número asistentes o de expositores, empezáramos a considerar el impacto que produjo en los lectores, la Feria dejaría de ser una vidriera para transformarse en una experiencia viva.
Poner al club en su escenario óptimo es defender la palabra como herramienta de construcción colectiva. Porque leer puede ser un acto íntimo, pero leer juntos transforma a la comunidad.
La autora es periodista cultura, crítica teatral y literaria. También formó clubes de lectura.