Columnista invitada
2024: año de la guerra de las redes sociales
El psicólogo social Johnathan Haidt está en el medio de una “guerra de las redes sociales”, que se ha desatado entre científicos, periodistas y decisores políticos, sobre el supuesto “daño” que generan las redes sociales. Al día de hoy, la evidencia científica todavía no respalda estas afirmaciones, aunque existe una preocupación de la sociedad en general sobre el tema. En este post voy a resumirles las principales posiciones y problemáticas.
Haidt es el científico más reconocido entre quienes sustentan la hipótesis de que las redes sociales hacen mal, y ya se refiere en un libro de 2023 a una “generación ansiosa”, por los celulares y las redes sociales que ha generado –según sus palabras- una crisis de salud mental entre los jóvenes (Lee, S., 1 de noviembre de 2024). En sus trabajos vincula los problemas de salud mental en adolescentes, con los años en los que las versiones para móviles de las redes sociales estuvieron disponibles (De 2009 a 2011). Para Haidt, hay que restringir el uso de dispositivos móviles en menores de 14, y de las redes sociales en menores de 16, para revertir o ralentizar el problema (Thorp, 2024).
También Arthur Brooks, conocido como el “científico de la felicidad”, y profesor de la Universidad de Harvard, dijo que las redes sociales “son la comida chatarra de la vida social: muchas calorías, baja nutrición”. Para Brooks, las redes sociales ofrecen la posibilidad de ingerir mucha comida sin recibir los nutrientes necesarios, e incrementan así el anhelo por estar conectado (una demanda por oxitocina), sin ofrecer aspectos propios de la conexión humana como el contacto visual o el tacto. Este autor aconseja que el uso de las redes sociales complemente a las relaciones “en persona” (físicas, presenciales), y dice que nunca debe sustituirlas. (Wired, 14 de marzo de 2023, min. 7.33).
Tanto Brooks como Haidt sostienen que se debe restringir su uso- y el de celulares- en menores de 14 años. Y que siempre deben ser un complemento de la vida social presencial. Estos autores se refieren al impacto en la salud mental, la atención, la adicción, etc. A estos científicos se suman ex programadores de Google, Pinterest, Facebook que en el documental The Social Dilemma de 2020 revelaron cómo trabajaban para cautivar la atención de los usuarios para dejarlos la mayor cantidad de tiempo involucrados (engaged) con sus algoritmos y funcionalidades.
Los debates sobre el supuesto “daño” o “efecto nocivo” de las redes sociales se agrupan en torno problemas en la atención y en la salud mental (incluida la adicción, la ansiedad y la depresión). A menudo, estos problemas se combinan con la exposición a las pantallas, acentuada por las condiciones que impuso el COVID durante 2020-2021, y con los teléfonos celulares como dispositivos omnipresentes en la vida cotidiana.
Pero estas discusiones no se quedaron en el ámbito académico sino que se trasladaron al de la política pública cuando a fines de 2023 el Cirujano General de Estados Unidos (la mayor autoridad en temas de salud pública), el Dr. Vivek Murthy, declaró ante medios que “las redes sociales son como manejar a toda velocidad” (Booth, Robert, 20 de marzo de 2024). En un documento especial sobre la temática detalla que “las redes sociales tienen impacto positivo y negativo en niños y adolescentes” (US Health Department and Services, 2023).
Murthy solicitó a las compañías tecnológicas que agreguen etiquetas a las redes sociales, indicando que pueden crear daños en su exposición sostenida en niños y adolescentes, como ansiedad y depresión.
Creo que en esta instancia se descontroló toda la discusión académica un poco y comenzó la “guerra”, con estudios científicos que salían todas las semanas refutando lo del “daño”, o agregando alguna perspectiva o caso para afirmarlo.
Una de las críticas más fuertes a la tesis de Haidt la viene haciendo el editor principal de la revista Science, Holden Thorp, quien coordinó una editorial titulada: “Unsettled science on social media” (ya en su título dice que el estudio sobre las redes sociales está en disputa), que cita a la Academia de Ciencias, Ingeniería y Medicina de los Estados Unidos (NASEM) (Thorp, 2024).
“La investigación disponible que vincula a las redes sociales con la salud, muestra pequeños efectos y asociaciones débiles…contrariamente a la narrativa cultural de que las redes sociales son universalmente dañinas para los adolescentes, la realidad es más complicada” (Thorp, 2024, párr. 3).
A estas críticas se suma un estudio de 2023, realizado en 72 países por Matti Vuorre y Andrew Przybylski del Oxford Internet Institute, que recolectó información sobre la relación entre el uso de Facebook y el bienestar. Vuorre y Przybylsky afirman que la mayoría de las investigaciones sobre redes sociales en el pasado se han focalizado en demográficas del “Norte Global” y en reportes poco adecuados (o incorrectos) sobre la participación en las redes sociales.
En este trabajo de tipo descriptivo, los autores vinculan la adopción de Facebook en 72 países al bienestar de 946.798 individuos, desde 2008 hasta 2019, por medio de métodos probabilísticos que utilizan datos de la red social y de una encuesta de bienestar global de Gallup. Como resultado, Vuorre y Przybylsky afirman que “la evidencia empírica sobre las redes sociales y sus posibles “efectos nocivos” a la salud mental, es, en balance, más especulativa que concluyente” (2023, p.2).
El estudio de la Universidad de Oxford, es cuantitativo, y relaciona muestras demográficas y por ubicación con datos como los usuarios activos mensuales (monthly active users, MAU), y diarios (daily active users, DAU), con las respuestas de una encuesta sobre bienestar general. Este estudio no profundiza en aspectos cualitativos del bienestar vinculado al uso de redes sociales, o de otras que no sean Facebook, y su ecosistema de plataformas que incluye a WhatsApp e Instagram. Por lo que debe considerarse como una comparación a grandes rasgos entre países desarrollados y no desarrollados. Además, detalla que en los grupos jóvenes se identifica mayor bienestar asociado al uso de Facebook que en los adultos, aunque no ahonda en detalles sobre la interacción con determinadas funcionalidades de cada plataforma.
En 2023, investigadores de la Escuela de Salud Pública Harvard Chan, mostraron que las redes sociales afectan la percepción que las adolescentes tienen sobre sus cuerpos, lo que puede conducirlas o aumentar la propensión a desórdenes alimenticios. Según el equipo de investigadores, liderado por Amanda Raffoul, “se sospecha que las plataformas de redes sociales obtienen grandes ganancias de los usuarios jóvenes que pueden ser vulnerables a resultados negativos para la salud mental, como depresión, ansiedad y trastornos alimentarios” (Raffoul, 2023, p. 1). El trabajo de Raffoul evidencia las dificultades para este tipo de investigaciones, ya que las plataformas tecnológicas no comparten datos sobre sus algoritmos, ni sobre sus mecanismos internos para promover el engagement. Aunque, su estudio marca un probable vínculo entre el modelo comercial de las redes sociales y la crisis de salud mental, no es concluyente ni ahonda en dicha relación.
Lo interesante de esta guerra es que ha generado intercambios entre profesionales e investigadores de la salud pública (un campo que analiza factores que pueden afectar a una población –desde condiciones de trabajo, decisiones personales, las desigualdades económicas, etc.- y que, por lo tanto, deben informar programas y políticas públicas (Harvard Chan School, s/f), y de investigadores de Internet, ciencias sociales, computación, al menos desde las redes sociales y los medios.
Aunque la investigación social lleva décadas estudiando los cambios (positivos y negativos) de Internet y las redes sociales en la construcción de subjetividad, la socialización, la acción política, no deja de hacerme ruido –y de parecerme demasiado- decir que las redes sociales “hacen mal”.
Son numerosas también las respuestas como la de Connected Learning Alliance, (una alianza de institutos, investigadores y desarrolladores de tecnología en la Universidad de California en Irvine), que lanzó en 2024 un “conjunto constructivo de respuestas al discurso actual sobre la juventud y la tecnología que tiende a estancarse en señalar con el dedo a la tecnología” (19 de julio de 2024). La respuesta consta de un conjunto de ensayos y publicaciones sobre casos en los que se incluye a los adolescentes en el diseño de plataformas tecnológicas, en la generación de materiales pedagógicos para usar las redes sociales y promover el bienestar (o evitar comportamientos indeseados), entre otros.
Por supuesto, podemos estar equivocados a esta altura y que falten muchos años para comprobarlo, pero una de las razones por la cual mi posicionamiento no es anti redes es un punto de vista socio técnico que cuestiona esto del “daño”.
Redes sociales: ni buenas ni malas, pero tampoco neutrales
En los estudios sobre tecnología y sociedad es citada frecuentemente la primera “ley” del historiador Melvin Kranzberg, quien al afirmar que “la tecnología no es buena ni mala, ni tampoco neutral” señala que la tecnología no es un producto externo, sino que es creada por la sociedad y con resultados diferentes según el contexto o circunstancias (L.S Sacasas, 25 de agosto de 2011). El enfoque sociotécnico cuestiona la referencia a “efectos” o impacto de la tecnología, ya que -considera- no tiene en cuenta que está embebida en las relaciones sociales y que las consecuencias de su uso –en tal caso- no derivan ni del diseño técnico ni de la dinámica social en lo abstracto, sino de la interacción en el mundo real entre las dos. Aunque pueda parecer como una diferencia académica, este enfoque es distinto del cliché sobre cómo la tecnología influye, impacta, o afecta a la sociedad (y viceversa), como si las dos fueran dos entidades distintas que ocasionalmente interactúan bajo circunstancias específicas. (Chen y Metcalf, 2024, p. 2).
Es decir, un enfoque sociotécnico supone que cualquiera sea la tecnología, el “resultado” o consecuencia –por ponerlo de alguna forma- depende de cómo la incorporan las personas en su uso. Estas afirmaciones de Chen y Metcalf (que lanzaron ese informe vinculado a la Inteligencia Artificial) resumen varias décadas de literatura sobre la relación tecnología sociedad, desde Wiebe Bijker y Trevor Pinch, y aplicado a las redes Manuel Castells, Noshir Contractor (enfoques sociomateriales que se refieren a la tecnología embebida en las redes), hasta Diana Boyd.
Sobre este debate acerca del daño de las redes sociales, Boyd (quien fue directora de Data & Society y del área de investigaciones sociales de Microsoft hasta octubre de 2024) sostiene que debemos diferenciar entre el daño y el riesgo.
Dice que el “daño” que generan las redes sociales es un mito y que este término se vincula con la posibilidad de vincular alguna intención negligente en programadores o diseñadores. Los principales problemas son en torno a la privacidad, que en ocasiones –argumenta Boyd- la sufren más los adultos mayores que los niños y adolescentes.
El riesgo es algo a identificar y gestionar, y que no puede eliminarse del todo. Por eso Boyd hace una analogía entre las redes sociales y las calles, en donde existen riesgos, pero no se las señala como las culpables ni se evita que las crucen sino que las personas las incorporen a su vida diaria conociendo lo que permiten y sus peligros.
Reflexiones finales
La cantidad de publicaciones, estudios y editoriales que contradicen la opinión de Haidt instalada en la opinión pública que han salido en los últimos meses, y semanas, es apabullante. Por ejemplo, la última de Ferguson aduce que no existe evidencia sobre cómo restringir el uso del celular y su impacto en el bienestar. Claro que en nuestra vida diaria vemos cambios desde hace bastante por el celular y las redes sociales, pero también lo fueron en otras épocas el teléfono fijo, la aparición de la TV y la radio. Lo que no se encuentra todavía es prueba de un “daño” o “efecto nocivo”. Esto no quiere decir que no se encuentre más adelante, pero habrá que esperar.
También lo son las decisiones políticas que parecen tomadas más desde el miedo que desde la investigación que las respalde (en algunas ocasiones, circulan informes y se toman decisiones sin incluir nombres de investigadores o científicos/responsables, lo que le resta bastante seriedad). Un caso reciente extremo es el del gobierno de Australia, que decidió prohibir los celulares y las redes sociales, limitando todos los aspectos positivos de la socialización por medio de redes sociales (que también tienen muchos estudios científicos que los respaldan)
Un asunto problemático y que sale a la luz cuando empezamos a leer cada uno de estos informes o publicaciones, es la diversidad metodológica y epistemológica, porque pertenecen a distintas disciplinas. Es decir, todos se basan en datos distintos, utilizan técnicas distintas, y por ende, hacen poco probable llegar a un consenso. Por ejemplo, el de Haidt es criticado por ser “cherry picking research”, o el de una investigación muy selectiva (que por ende ha dejado afuera varios datos), porque toma una encuesta sobre el bienestar psicológico de niños de escuelas entre 2015-2019 (imaginen lo poco representativa de esa muestra si solamente trabaja con escuelas nórdicas –europeas- o de Estados Unidos). Esto es lo que señalan, entre 10 puntos para criticar del trabajo de Haidt Michaela Lebedíková, Michal Tkaczyk, Vojtech Mýlek and David Smahel (investigadores europeos que comparten su análisis en el blog de la London School of Economics “Digital Parenting”).
Incluso los estudios del Oxford Internet Institute son probabilísticos y toman a Facebook y una encuesta de Gallup: es decir, si bien son más representativos porque miden 72 países, no son abordajes en profundidad y se limitan a una sola plataforma (ya que Facebook-Meta tiene como mínimo datos de tres redes sociales). El punto central aquí es la necesidad de que las plataformas tecnológicas “abran sus datos” o los compartan con las comunidades científicas.
La mejor forma de darle respaldo a las decisiones políticas es que participen todo tipo de investigadores, no solamente de la salud pública, sino también de la computación y la comunicación, que son los que entienden cómo funcionan las redes sociales en términos de diseño, interfaz, algoritmos, etc. La interdisciplinariedad es la respuesta.
Por último, lo más importante de esta discusión es cómo se van a abordar las redes sociales. Particularmente, porque a diferencia del alcohol o del tabaco, que también están en el centro de la discusión pública, son un producto de la economía digital, que sigue reglas e incentivos del mundo de los negocios y las finanzas. Cuando todas esas variables se analicen, las posibilidades de un diálogo entre disciplinas y actores políticos, junto a la sociedad quizás esté más cerca.
El texto es gentileza de Magdalena Day y fue publicado en 2024 en su cuenta de X @magdalenaday
Referencias
- Boyd, D. Zephoria (8 de octubre de 2024) Risks vs harms: Youth & Social Media
- Chen, J. B. y J. Metcalf (28 de mayo de 2024). Explainer: A Sociotechnical Approach to AI Policy. Data & Society, Policy Brief, Mayo de 2024 https://datasociety.net/library/a-sociotechnical-approach-to-ai-policy/
- Connected Learning Alliance (19 de julio de 2024) New Essay Collection now online for public comment for Public Comment-Youth Wellbeing in a Technology Rich World https://clalliance.org/blog/new-essay-collection-now-online-for-public-comment-youth-wellbeing-in-a-technology-rich-world/
- Ferguson, C. (22 de junio de 2023) Does Reducing Social Media Time Improve Mental Health? A new study tells us little about the effects on mental health. Psychology Today https://www.psychologytoday.com/intl/blog/checkpoints/202306/does-reducing-social-media-time-improve-mental-health
- Lee, Stephanie M. (1 de noviembre de 2024) Jonathan Haidt started a social media war. Did he win?. The Chronicle https://www.chronicle.com/article/jonathan-haidt-started-a-social-media-war-did-he-win
- Michaela Lebedíková, Michal Tkaczyk, Vojtech Mýlek, David Smahel (May 15th, 2024) Do smartphones really cause mental illness among adolescents? Ten problems with Jonathan Haidt’s book https://blogs.lse.ac.uk/parenting4digitalfuture/2024/05/15/haidt/
- Raffoul, A.; Ward, Zachary, J.; Santoso, Monique; Kavanagh, Jill R. y Austin S. Bryn (2023). Social media platforms generate billions of dollars in revenue from U.S. youth: Findings from a simulated revenue model. Plos One. 27 de diciembre de 2023
- https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0295337
- Thorp, H. (2024). Unsettled Science on Social Media Science Magazine https://www.science.org/doi/epdf/10.1126/science.adr1730
- Vuorre, M. y Przybylski, A. (2023). Estimating the association between Facebook adoption and well-being in 72 countries. Royal Society Open Science https://royalsocietypublishing.org/doi/pdf/10.1098/rsos.221451
- Marshall, M. (2024) More Evidence that limiting social media wont boost your wellbeing. New Scientist, 17 de octubre de 2024 https://www.newscientist.com/article/2452232-more-evidence-that-limiting-social-media-wont-boost-your-well-being/
- Sacasas, L. S (25 de agosto de 2011). Kranzberg’s six laws of technology a metaphor and a story https://thefrailestthing.com/2011/08/25/kranzbergs-six-laws-of-technology-a-metaphor-and-a-story